miércoles, 5 de enero de 2011

La amenaza del Apocalipsis cultural

Una de las consignas que mas se nos repiten incesantemente desde la industria discográfica, desde los medios de comunicación y desde nuestras instituciones políticas es que si no pasamos por caja vamos a acabar con la cultura.

Falso completamente, una cosa es la cultura y otra cosa muy distinta la industria de contenidos culturales. La cultura, gracias precisamente al malvado Internet, está mas viva que nunca, y nunca mas que ahora florecen a diario tantas iniciativas culturales. Otra cosa es que detrás de todas esas iniciativas culturales no haya afán de lucro sino simple amor al arte o, en el peor de los casos, cierto afán humano de protagonismo social. Pero nunca ha habido tanta cultura como ahora. Otra cosa es que no haya negocio.

Si a ello añadimos el floreciente mercado "prosumer" que comentabamos en la entrada anterior podemos decir que la cultura goza de una estupenda salud.

La repetición hasta la saciedad de esa consigna de Apocalipsis cultural no tiene otra misión por tanto que manipular el lenguaje para predisponer al oyente a juzgar como mala una acción que en principio es beneficiosa para la sociedad: la acción de compartir contenidos culturales.

No se trata de nada nuevo. Nos llevan amenazando con la muerte de la cultura desde que la gente compartía la música a través de cintas de casette. De ahí, que desde la perspectiva del tiempo, dichas consignas nos parezcan no solo ya ridículas sino incluso graciosas:



La influencia del mercado "prosumer"

Una de las cosas que ha traído la tecnología digital ha sido el abaratamiento de los equipos de producción utilizados por los profesionales de la creación de contenidos. Ese abaratamiento ha hecho posible que dichos medios de producción hayan pasado a estar al alcance del consumidor. Antes solo un profesional podía permitirse esos equipos, en tanto que no le quedaba mas remedio comprarlos porque de ellos dependía su sustento. Es decir, el productor amortizaba el producto a través de los ingresos que de él obtenía, amortización que en cambio no podía realizar el consumidor de a pie.

Hoy en día cualquiera puede comprarse una cámara de fotos de características semiprofesionales y convertirse en fotógrafo, o instalar un software en el ordenador y disponer en su propia casa de un estudio de grabación como el que muchos ingenieros de sonido hubieran soñado hace treinta años o de un estudio de edición y postproducción de vídeo digno de Hollywood.

Ya se que algunos menospreciaran esta democratización del arte y despreciaran a estos nuevos fotógrafos, a estos nuevos músicos o a estos nuevos cineastas, pero en principio estos nuevos artistas no tienen por que ser ni mejores ni peores que los artistas del antiguo régimen. De hecho, la calidad de las fotos de muchos fotógrafos no tenía otro misterio que el poder hacer muchas fotos y seleccionar las mejores algo que, con el precio de la fotografía analógica, un profesional podía permitirse pero un aficionado no. Prueba de ello son las magníficas fotos de aficionados que ilustran la predicción meteorológica en algunos telediarios.

La propia industria ha visto un filón en este recién estrenado mercado "prosumer" (palabro mezcla de consumer y professional) a caballo entre el mercado profesional de los bienes de equipo y el mercado de los bienes de consumo. Empresas como Apple fueron las primeras en darse cuenta de la existencia de este mercado y en incluir de serie en sus ordenadores paquetes de software dedicados íntegramente a la creación de contenidos por parte de usuarios no profesionales. Con ello se convierte al consumidor pasivo de contenidos culturales en creador activo de los mismos creándose en torno a esa actividad un nuevo y floreciente negocio.

La aparición de este nuevo mercado significa un soplo de aire fresco para la industria de la electrónica de consumo. La industria de la electrónica de consumo estaba comenzando a entrar en una profunda crisis. Ya todo el mundo tenía un ordenador, una televisión, un dvd, un equipo hifi... lo que no tenían es un estudio de fotografía, un estudio de grabación de sonido, o un estudio de edición y postproducción de vídeo. Aunque el núcleo de esta revolución se basa en el software, al abrigo de éste se crea un inmenso negocio de venta de productos hardware directa o indirectamente relacionados con él o con las necesidades posteriores que se van creando a la medida que los aficionados profundizan en su aficción. Empresas como Alesis (ahora comprada por Numark), Behringer, M-Audio (ahora comprada por Avid), Novation o Yamaha hacen un negocio increible atendiendo dicha demanda. Al carro se apuntan también marcas en otro momento típicas de la electrónica de consumo como Pioneer o Denon. La gente demanda también ordenadores mas potentes capaces de asumir la mayor necesidad de proceso que precisan las nuevas aplicaciones de creación de contenidos. Un negocio redondo para la industria de la electrónica.

La madrileña calle Barquillo es un perfecto ejemplo de lo que explico. Hace veinte años era una floreciente calle comercial especializada en Hifi, el descenso en la demanda de productos de electrónica  de consumo y la competencia de las grandes superficies provocaron que durante la última década la mayor parte de establecimientos de esa antes floreciente calle tuvieran que cerrar. El despertar del mercado "prosumer" ha salvado de su desaparición a los pocos establecimientos que aún subsistían en dicha calle.

Pero todo ésto tiene lógicamente unas repercusiones para los profesionales de la vieja escuela. Si todos nos convertimos en creadores de contenidos ¿que pasa con los que se ganaban la vida creándolos?

Algunos artistas, desde la prepotencia de su ignorancia, dirán que no hay nada que temer de estos nuevos artistas de pega, que solo ellos, los de siempre, los profesionales, tienen el monopolio del talento y la creatividad y el tiempo suficiente como para desarrollar y perfeccionar su arte.

Falso completamente. El solo hecho de ser un profesional no te otorga el talento ni la creatividad. Del mismo modo la dedicación a tiempo parcial al arte tampoco te resta dicho talento y creatividad. Al contrario,  la profesionalización, el simple hecho de trabajar para una industria, lejos de fomentar el espíritu artístico lo que hace es fomentar la adopción de los clichés impuestos por los intereses comerciales de dicha industria. Industria y arte son conceptos completamente antagónicos.

Puede que su trabajo habitual les deje a estos nuevos artistas menos tiempo libre para dedicarle al arte pero cuando se tiene verdadero empeño, verdadera ilusión y verdadero interés por la creación artística se saca tiempo de hasta de debajo de las piedras. La no dedicación a tiempo completo al arte por parte de estos nuevos artistas no tiene que implicar a priori una peor calidad de sus obras pues dicha menor dedicación temporal se ve compensada con creces por el no sometimiento a los clichés comerciales que impone la industria y que prostituyen el arte.

No menospreciemos pues a los nuevo artistas "prosumer". Es posible que muchos se extingan fugazmente tras un breve periodo de ilusión inicial como aquel niño que se cansa de jugar con su juguete nuevo, pero otros muchos se convertirán en verdaderos artistas, tan artistas o mas que los que se autodenominan con altivez artistas profesionales y que no son nada mas que obreros especializados de la industria del arte de molde.


El resultado es que, nos guste o no, progresivamente se va a ir produciendo una desprofesionalización del arte fruto de la mayor competencia de artistas no profesionales que trabajan por amor al arte con lo cual poco a poco el propio negocio del arte acabará perdiendo también su razón de ser del mismo modo que ya la ha perdido completamente la industria discográfica.

Habrá que adaptarse pues a los nuevos tiempos y buscar otras fórmulas de negocio que se basen en fórmulas distinta a la monetización directa del producto artístico precisamente porque el producto artístico ha dejado de tener valor monetario.

¿Es el derecho de autor un derecho fundamental?

Todos los defensores de la propiedad intelectual y de los derechos de autor te dirán que la salvaguarda de dichos derechos se encuentra recogida nada menos que en la  Declaración Universal de Derechos del Hombre y te mostrarán sonrientes el artículo 27.2:


Artículo 27.2 de la DUDH


Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.


Lo que no te dirán estos aférrimos defensores de los derechos de autor es que si dicho artículo tiene un punto 2 es porque, en consecuencia lógica, tiene también un punto 1, que viene en orden numérico antes que el punto 2, y que intencionadamente se nos ha olvidado mencionar:

Artículo 27.1 de la DUDH


Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el proceso científico y en los beneficios que de él resulten.

Lógico que a los defensores de los derechos de autor se les haya olvidado hacer mención a este primer punto. En el mismo artículo 27 se están defendiendo tanto el interés general de toda la sociedad como el interés particular de los creadores.



El problema es que ambos intereses son contrapuestos y por lo tanto suelen entrar frecuentemente en conflicto. ¿Y en caso de conflicto, que debe prevalecer?, ¿el interés general o el interés particular?. Lo mas justo (o menos injusto) es que prevalezca el interés general (por eso hemos redactado primero el punto 1 y después el punto 2, el orden de los factores si que altera el producto). Es por dicho motivo por el que la mayor parte de las Constituciones del mundo no recogen explicitamente el derecho de autor como un derecho fundamental y es por dicho motivo por el que la Seguridad Social puede recetarte medicamentos genéricos sin que metan al correspondiente ministro de sanidad en la cárcel.

A eso debemos añadir que cuando se redactó la DUDH no existían ni la tecnología digital ni Internet, avances tecnológicos que han difuminado todavía mas el ya diluido concepto de propiedad intelectual. La redacción del artículo habla además de producciones y no de copias. Cabría preguntarse por tanto hasta que punto las copias estarían incluidas dentro de dicha protección (no es lo mismo una creación que una copia).



Demasiada ambigüedad que deberían precisar mejor las leyes actuales.


La industria discográfica pierde su razón de ser

Pese a que siempre se ha querido presentar a la industria discográfica como una industria de creación de contenidos cultuales el hecho cierto es que la razón de ser de dicha industria no es la creación de dichos contenidos sino la copia masiva y posterior venta de los mismos. La industria discográfica no es nada mas que una gran copistería.

Y esa actividad ha perdido su razón de ser en la sociedad digital actual.

La industria discográfica tenía razón de ser mientras la tecnología de copia no estaba al alcance de todo el mundo e implicaba costosas inversiones en caros bienes de equipo. Pero desde el momento en que la tecnología de copia se convierte en un producto de consumo al alcance de todo el mundo esa razón de ser deja automáticamente de tener sentido exactamente igual que ha dejado de tener sentido la razón de ser de la industria de la fotografía analógica, la de la industria del video VHS, la de la industria de fabricación de tomavistas, la de la industria de fabricación de cintas de casette o la de tantas otras industrias.

¿Y que hace una empresa cuando fruto de un avance tecnológico su razón de ser deja de existir?

Pues cierra o se reinventa. Por ejemplo TDK en vez de seguir produciendo cintas de casette ahora produce pendrives y tarjetas de memoria.

Pero la industria discográfica, escondiendo la cabeza en un agujero como un avestruz, se empeña en no hacer ni una cosa ni otra, de modo que ni echa el cierre ni se reconvierte, algo que es completamente insostenible. Y para sostener lo insostenible echa mano de los poderes del Estado para crear un marco normativo que la mantenga con vida artificialmente. Donde antes reclamábamos liberalismo a ultranza ahora reclamamos normativa y control.

martes, 4 de enero de 2011

Intoxicación mediática a través de la prostitución del lenguaje

Este blog se llama "Con Parche en el Ojo y Pata de Palo". Muy mal comienzo por mi parte puesto que estoy adoptando exactamente  el mismo tipo de lenguaje que utilizan aquellos que pretenden crear a priori una opinión peyorativa sobre una determinada actividad socioeconómica cuya bondad o maldad deberán dictaminar la sociedad y los jueces.

Y es que el uso del lenguaje no es para nada inocente. La acepción semántica que la industria de creación de contenidos utiliza de la palabra "pirata" no es una acepción acuñada por toda la sociedad y recogida por la RAE sino una acepción acuñada por esa propia industria. Implica por tanto una "prostitución" del lenguaje en beneficio de sus propios intereses. No se trata de nada nuevo, Goebbels ya era todo un especialista en la materia. Es el propio lenguaje el que manipula la noticia tratando de predisponer al oyente a una interpretación de los hechos que le hemos diseñado de antemano: la policía se vio obligada a disparar,  no quedó mas remedio que recurrir al estado de alarma para evitar el chantaje de los controladores, la violada llevaba minifalda, la pegué porque me provocó, los piratas nos roban nuestra música, el despido libre beneficiará la creación de empleo, hay que desarrollar medidas contundentes contra las huelgas salvajes... Una huelga puede ser legal o ilegal, convocada o no convocada, masiva o minoritaria, pero no puede ser salvaje, el calificativo salvaje es semánticamente incorrecto en ese contexto y no  se coloca con otra intención que la de crear una opinión a priori sobre el sustantivo al que calificaEl propio uso del lenguaje crea opinión, y de eso se trata precisamente, de crear opinión a través de una semántica inventada.

Me parece por tanto mal que los medios de comunicación caigamos en ese uso incorrecto y manipulador del lenguaje. Llamemos a las cosas por su nombre: copia privada, intercambio sin ánimo de lucro de archivos, oportunismo, parasitismo, falta de valores, falsificación o plagio pero no piratería. Piratería es la acción de asaltar y desvalijar barcos con violencia, algo que sigue ocurriendo en las costas de Somalia y que tiene unas connotaciones semánticas muy distintas a las que tienen las palabras anteriormente mencionadas. No ayudemos pues a prostituir el lenguaje y a convertirlo en un  instrumento de manipulación mediática.

lunes, 3 de enero de 2011

Spotify y la elasticidad de la demanda

Existe un concepto muy interesante en economía que se denomina elasticidad demanda-precio o simplemente elasticidad de la demanda y que estudia como es de sensible la demanda de un consumidor ante variaciones infinitesimales en el precio de un bien. Es un hecho contrastado que ante un mismo bien no todos los consumidores son igual de sensibles a las variaciones en el precio de dicho bien, es decir, en los términos económicos en los que estamos hablando, no tienen la misma elasticidad de demanda.


Hay forofos que están dispuestos a pagar grandes cantidades por una entrada para un partido de fútbol, aficionados normales que solo pagarían el precio oficial y otra parte del público que solo asistiría a un partido si le regalasen la entrada. Son tres grupos de consumidores con elasticidades de demanda claramente distintas. Con los conciertos o las corridas de toros pasa exactamente lo mismo.


Fruto de la existencia de elasticidades de demanda distintas frente al establecimiento de un precio único para ese bien por parte del productor surgen los reventas: "Si hay gente que está dispuesta a pagar mas del precio oficial  ¿por qué no voy a aprovechar dicha oportunidad en mi beneficio?" se dice el reventa.


La solución para acabar con los reventas es tan sencilla como establecer tantos precios distintos del mismo bien como elasticidades de demanda claramente diferenciadas haya, es decir, para entendernos mejor, tantos precios distintos como tipos de consumidores. De ese modo el dinero que antes se embolsaba el reventa pasa ahora a las arcas del club, de la promotora de conciertos o del apoderado de la plaza de toros, es decir, a sus legítimos propietarios. Si no queremos hacer tan evidente ante el consumidor la discriminación de precios que estamos aplicando basta con ofrecerle un pequeño valor añadido (como por ejemplo una mejor visibilidad) a aquellos de nuestros clientes que están dispuestos a pagar nuestras entradas mucho mas caras. 


Lo que ocurre con los partidos de fútbol, corridas de toros y conciertos de música es extrapolable a la venta de discos. Hay fans que pagarían lo que fuera por conseguir determinado disco de su grupo favorito, consumidores que solo pagarían su precio normal y gente que si se lo regala un amigo por su cumpleaños pues bienvenido sea. 


Este hecho tampoco es completamente desconocido para las compañias discográficas. Así las ediciones para coleccionistas no dejan de encubrir una discriminación de precios para gente que está dispuesta a pagar mas por un mismo producto. Un pequeño incremento del valor añadido a través de la incorporación de contenidos extra se traduce en incrementos mucho mas grandes del precio, tan grandes como el consumidor está dispuesto a pagar.


Pero no todo son clientes que desean pagar mas, hay otro grupo de clientes, sobre todo para determinado tipo de bienes, como los contenidos digitales sin soporte físico, que lo que desean es precisamente pagar menos. Algunos, la mayoría para ser sinceros, desean pagar tan poco que el máximo precio que están dispuestos a pagar por un contenido digital sin soporte físico es cero.


Si el mercado oficial no atiende a esa demanda va a surgir un mercado negro paralelo que si que la va a atender. Surgen reventas para atender la demanda de aquellos consumidores que desean pagar mas pero surgen también reventas para atender la demanda de aquellos consumidores que desean pagar menos. A estos nuevos reventas la industria discográfica los denomina piratas pero siguen siendo reventas, solo que ahora en vez de vender mas caro en eBay venden mas barato en Rapidshare.


Aunque a primera vista pueda parecer paradójico que un consumidor que no desea pagar absolutamente nada pueda constituir un nicho de negocio para alguien, no lo es para nada en absoluto. Si surgen reventas para atender la demanda de ese grupo de consumidores es porque ese negocio existe. Y si existe para el pirata o reventa también existe para la industria discográfica.


¿Por qué puede constituir un cliente que no desea pagar nada por un producto un negocio para alguien?


Pues por las propias peculiaridades del producto que le estamos vendiendo (contenidos digitales sin soporte físico) y por la importancia de la publicidad en las sociedades y economías actuales. Nos encontramos ante un cliente que no desea pagar pero que tampoco nos cuesta nada, en tanto que el producto que le estamos vendiendo (copias digitales sin soporte físico) tampoco nos cuesta nada a nosotros. Mientras, estamos obteniendo a cambio beneficios indirectos provenientes de las empresas publicitarias que se dirigen a ese cliente a través de los anuncios expuestos en nuestras oficinas virtuales.


¿Por qué entonces la industria discográfica deja que sea el reventa o el pirata el que atienda esa demanda y exponga esos anuncios en lugar de hacerlo ella misma y dejando abandonado a su suerte tan importante nicho de mercado?


Pues porque se ha instalado en un modelo económico del pasado del que no sabe salir y es incapaz de ver mas allá de las posibilidades de ese caduco modelo. 


Acabar por tanto con uno u otro tipo de reventa es tan sencillo como vender tu mismo mas caro cuando un tipo determinado de público te lo pida y vender tu mismo mas barato (tan barato como cero + publicidad/tarifa premium + precio de la conexión a internet) cuando otro tipo determinado de público así te lo demande. Si existe beneficio económico para el reventa también existirá beneficio económico para ti. Tonto que eres si esa función no lo haces tú y dejas que lo hagan otros cuando el negocio es precisamente tuyo.


Por tanto no se trata de pedir medidas contra los piratas o reventas, medidas que están de antemano abocadas al fracaso, más cuando estamos hablando de copias digitales, sino de algo tan sencillo como ocupar ese hueco del mercado que no habías ocupado tú y que en consecuencia ha ocupado el reventa.


Hay una empresa que si que ha entendido ésto y es Spotify.


Spotify no hace otra cosa que ocupar ese hueco de mercado que no había ocupado nadie salvo el pirata o reventa, es decir, atiende la demanda de aquellos consumidores de contenidos digitales cuya elasticidad de demanda les lleva a querer pagar menos del precio oficial por los contenidos digitales sin soporte físico.


La propia Spotify, dentro de su oferta, también aplica discriminación de precios, creando así una tarifa normal gratuita financiada con publicidad y una tarifa premium con valor añadido adicional (desaparición de la publicidad, posibilidad de descargas, aplicaciones para el iPod, etc). Y lo hace porque dentro de los clientes que desean pagar menos hay clientes que desean pagar poco y clientes que desean no pagar nada. Atendamos pues sus deseos y pongamosles el precio que demandan con el premio (premium) de un pequeño valor añadido para aquellos clientes que desean pagar algo mas.


Ahora bien, estamos hablando de la industria discográfica, estamos hablando de Spotify pero no estamos hablando de los músicos.


¿Que sacan los músicos, los auténticos artífices de la música, de la situación actual?


Pues poco o muy poco. Spotify no es desde luego la solución a sus problemas. Para empezar van a percibir un porcentaje mínimo de Spotify por cada reproducción en streaming o descarga de una de sus obras. Del mismo modo no van a tener un control fiable sobre las estadísticas de dichas reproducciones y descargas puesto que Spotify puede maquillar y manipular datos en su propio beneficio como ya hacían de manera descarada las discográficas o la SGAE


La solución para los músicos pasa pues por asociarse y crear una empresa autogestionada con el mismo modelo de Spotify pero eliminando todos los intermediarios chupópteros existentes de por medio.


¿Y que es lo que están haciendo mientras tanto los músicos?


Pues nada, la mayoría no están haciendo absolutamente nada.


Peor aún, en vez dedicar su tiempo a crear esa asociación muchos músicos lo dedican a llamar ladrones y piratas a sus propios clientes mientras firman contratos cada vez peores con las compañias discográficas. No hablo de todos los creadores musicales (yo también soy creador musical) pero si de una buena parte de ellos.


Dichos músicos no son conscientes de que aquellos a los que llaman ladrones y piratas en base a teorías tan absurdas como la del lucro cesante son también, como acabamos de ver ahora mismo, sus poteciales clientes.  Es mas, la calidad de tu creación artística también influye sobre la elasticidad de la demanda. Si tu obra pasa de ser solo regular a ser buena o muy buena puedes conseguir un fan que se compre la edición para coleccionistas donde antes solo tenías a alguien que sólo se la descargaba de una página no autorizada de enlaces. Pero lo que no puedes pretender es que todo el mundo se compre tus obras completas, sean buenas o malas, a un único precio que has determinado de antemano. La gente se comprara caras las muy buenas, mas baratas las menos buenas y se descargará el resto de tu discografía de Internet. Incluso habrá obras tuyas que no se descargue ni gratis. Se trata de algo completamente inevitable y totalmente aceptado por la práctica totalidad de la sociedad. Es mas, los que dicen obrar de manera distinta son en realidad unos hipócritas.


Así que dejemos de buscar chivos expiatorios en nuestros propios clientes y aunemos fuerzas en formar esa asociación que nos permita hacer directamente a los verdaderos creadores esa actividad que ahora está realizando Spotify y antes realizaban los reventaspiratas.