Funambulistas con red: desafiando la ley de la probabilidad
Antes de nada, y aunque ya quedó bastante bien explicado en la mencionada entrada, conviene recordar a algunos artistas algo tan obvio como que la suerte no es un derecho, menos aún cuando se opta intencionadamente por proposiciones artísticas especialmente arriesgadas como es el caso de los músicos experimentales que han vertido dichos comentarios. Como me decía el otro día un amigo también músico experimental: "cuando optamos por una propuesta arriesgada hay que asumirla con todas sus consecuencias" y eso incluye también las consecuencias económicas.
El funambulismo con red no es verdadero funambulismo. Y eso lo que estaís pidiendo precisamente algunos músicos experimentales: una red. Estáis pidiendo que la red protectora del Estado os proteja en caso de caída sin daros cuenta que, al igual que el funambulista de mi metáfora, estáis perdiendo de ese modo la propia esencia de vuestro arte: el riesgo.
No estáis solo matando la propia esencia de vuestro arte sino que estáis pidiendo a la sociedad algo completamente injusto: que os asegure una red para proteger un riesgo que vosotros mismos habéis asumido, nunca mejor dicho, por vuestra propia cuenta y riesgo. Peor aún, las redes protectoras del Estado no son infinitas, de modo que proporcionar esa red protectora a unos "imprudentes" como vosotros implica retirársela a otros colectivos mas "prudentes" que pueden necesitar en cambio dicha red mucho mas urgentemente que vosotros.
La decisión de ser un artista experimental es una elección completamente personal del artista de la que no es responsable la sociedad. En tanto que la sociedad no ha influido para nada en tal decisión de igual modo tampoco está obligada a garantizar al artista una red protectora para cubrirle un riesgo que el propio artista ha decidido asumir.
Beneficio Cultural Vs Coste Social
La única justificación por la que el Estado debería asumir la protección de dichos artistas sería la de preservar su arte, siempre que dicho arte, por arriesgado y minoritario que sea, tenga la calidad artística suficiente para ser considerado un bien digno de protección cultural.
Pero cuando estamos hablando de arte, determinar lo que es un bien digno de protección cultural y lo que no es harto complicado. No digamos ya si estamos hablando de propuestas especialmente arriesgadas y minoritarias. En cualquier caso tendrá que ser la sociedad, y no el propio artista, la que determine que dicho arte es un bien digno de protección cultural. En ningún caso puede ser el músico quien determine moltu propio que su arte es digno de ser preservado (el típico "por que yo lo valgo"), ni mucho menos exigir una compensación económica al Estado por el desarrollo diario de su actividad artística. No se puede ser a la vez juez y parte ni tampoco es la misión del Estado el poner en nómina al artista sino el promocionar y proteger la cultura y el arte.
Y esa es precisamente una de las confusiones mas graves de algunos artistas, confundir lo que es una subvención con estar en nómina del Estado. Una subvención es una ayuda puntual para el desarrollo de una obra concreta no el pago de la actividad artística diaria del músico. El hecho de que nos otorguen una subvención, o ayuda puntual a una determinada propuesta artística, no nos garantiza por tanto ese supuesto derecho a vivir de la música que tanto reclaman algunos músicos en tanto que una subvención no tiene la periodicidad temporal ni la seguridad de cobro que sería necesaria para poder garantizar ese derecho, periodicidad y seguridad que solo garantiza una nómina. Una subvención no tiene nada que ver con una nómina.
Visto lo visto, todo discurso basado en equiparar a los artistas a un trabajador asalariado y reclamar como propios los derechos de dichos trabajadores carece por completo de fundamento en tanto que la remuneración del artista no depende de su actividad laboral diaria sino de la calidad artística del producto terminado. Dicha calidad artística la tendrán determinar bien el mercado o bien las autoridades culturales públicas pero nunca el propio artista. Un artista no es un trabajador asalariado sino un profesional liberal como lo es un arquitecto, y como profesional liberal que es no goza por tanto de los mismos derechos (ni tampoco de las mismas obligaciones) que un trabajador asalariado. Es algo que he repetido ya muchas veces pero que algunos artistas se empeñan en ignorar. Si durante una temporada a un arquitecto nadie le demanda ningún proyecto ese arquitecto tampoco cuenta durante esa temporada con ingreso económico alguno. ¿Porqué debemos preservar al músico unos beneficios que no le preservamos al arquitecto cuando la arquitectura es tan actividad artística como la música?
Si a un arquitecto le da por hacer propuestas artísticas arriesgadas, como por ejemplo un rascacielos sin ascensor ni escaleras, una casa sin puertas ni ventanas o una nueva Torre de Pisa, las tendrá que hacer bajo su cuenta y riesgo ya que, aunque artísticamente puedan tener valor, su aportación económica y social es nula mientras que, por el contrario, los gastos que implica su desarrollo son extraordinariamente elevados. Está claro que esas propuestas el mercado no las va a financiar en tanto que no son rentables económicamente. Pero es que el Estado tampoco debería financiarlas en tanto que el beneficio cultural que generan es muy inferior al coste social que implican. Estamos hablando de propuestas muy minoritarias cuyo beneficio cultural solo lo disfruta una parte muy pequeña de esa sociedad mientras que el gasto que implican, además de ser muy elevado, lo tiene que financiar toda la sociedad en su conjunto. Y que todos tengamos que financiar algo que solo disfrutan unos pocos es algo terriblemente injusto.
Me parece por tanto una tremenda hipocresía el que algunos colectivos minoritarios de artistas reclamen una obligación permanente del Estado para financiar sus minoritarias propuestas por mucho valor artístico que puedan tener algunas (que no todas) cuando el beneficio cultural que generan sus obras es muy inferior al coste social que representan para el conjunto de la sociedad. Y mas hipócrita todavía me parece utilizar el victimismo y disfrazar como un acto justicia social hacia los desfavorecidos artistas la perpetuación de esas ayudas cuando lo que dichas ayudas implican es justo lo contrario: una profunda injusticia social.
Me parece muy respetable el hacer música experimental, de hecho yo soy el primero que me dedico a esa labor, pero lo que no podemos hacer los músicos experimentales es pedir que toda la sociedad no ya solo nos financie nuestras minoritarias obras sino que también nos asegure un sueldo mensual durante toda nuestra vida artística con independencia de la aceptación social de las mismas. Podemos pedir que la sociedad financie el arte pero no al artista. Y si no podemos pedirle eso a la sociedad mucho menos aún podemos "exigírselo" como si fuera un derecho por nuestra parte y una obligación por parte de la sociedad. No, desde luego que no, las subvenciones o ayudas públicas al arte no son un deber obligatorio de nuestra sociedad en respuesta a un derecho de los artistas sino una concesión voluntaria de esa misma sociedad a una determinada propuesta artística muy concreta (esa y no otra) del artista en base a unos criterios que decide esa misma sociedad y no el propio artista. No todas las propuestas artísticas son válidas para percibir esas ayudas. Una subvención no es un derecho, una subvención es un "regalo" de la sociedad para ser empleado en un fin muy concreto. Los regalos se agradecen pero no se exigen, no son un derecho. Las subvenciones tampoco nos otorgan pues ese supuesto derecho a vivir de la música que no paran de reclamar algunos músicos.
Algunos artistas me dirán que de acuerdo a mis teorías nunca se habría construido la Capilla Sixtina, ni Miguel Angel habría pintado por tanto alli sus frescos. Es muy bonito hacer hipótesis de historia-ficción pero no podemos trasladar la historia en el tiempo. Para empezar la sociedad de por aquel entonces era muy distinta de la de ahora y, dado el poder que tenían algunas instituciones como la Iglesia, nadie se hubiera atrevido ni siquiera a plantear una teoría que antepusiese el costo social del arte por encima del beneficio artístico del mismo. Me habrían excomulgado con las consecuencias que tenía la excomulgación por aquellos entonces. O si las hubiera planteado unos pocos años antes habría acabado torturado por la Inquisición y quemado en la hoguera. Tampoco son las mismas las condiciones socioeconómicas de la población ni los avances tecnológicos.
Pero efectivamente desde la perspectiva de justicia social actual la mayor parte de grandes obras arquitectónicas y artísticas del pasado son verdaderamente injustificables comenzando por las Pirámides de Egipto y terminando por el Valle de los Caidos. ¿Cuanta gente murió en la construcción de las pirámides de Egipto o en la del Valle de los Caídos? ¿Cual fue el coste social y económico de la construcción de la Capilla Sixtina?
Pero el hecho cierto es que monumentos como las Pirámides de Egipto, la Capilla Sixtina o incluso el Valle de los Caídos (si, yo incluso al Valle de los Caídos le encuentro cierto atractivo artístico pese a las especialmente horribles connotaciones humanas e históricas que tiene) están ya construidos y no vamos a derribarlos. Debemos disfrutar pues de la belleza artística de lo que ya está construido pero no podemos perpetuar por mas tiempo una concepción del arte que pertenece a otro momento totalmente distinto de la historia. En el siglo XXI no podemos anteponer las necesidades de el arte a las necesidades de la sociedad y de la economía. Por encima del arte están las personas.
Hoy el Estado y algunas fundaciones culturales privadas han tomado el relevo a la Iglesia y a la nobleza en lo que eran las labores de mecenazgo de los artistas. Me parece muy bien que determinadas instituciones privadas, con independencia del motivo (desde las desgravaciones fiscales hasta un sincero amor al arte) realicen labores de mecenazgo siempre que lo hagan con sus propios fondos y bajo su propia cuenta y riesgo. Al fin y al cabo cada uno hace lo que quiere con su dinero. Pero en cambio el Estado no puede hacer lo mismo en tanto que el dinero del Estado no es suyo sino que pertenece a toda la sociedad y su inversión debe responder a los intereses comunes de esa sociedad. El mecenazgo actual no puede anteponer pues el interés cultural al interés social como se hacía en el pasado.
El papel de los medios de comunicación públicos frente a la mediatización cultural de las multinacionales de la industria de creación de contenidos.
Sin embargo hay algo en lo que si tienen (tenemos) cierta razón los músicos experimentales y es en el hecho de que la sociedad no siempre sabe valorar correctamente el arte. No porque lo digamos nosotros mismos sino porque vivimos en una sociedad terriblemente mediatizada por los intereses comerciales de las multinacionales de la industria de creación de contenidos. Y eso es un factor muy importante a tener en cuenta a la hora de medir cual es el beneficio artístico real del arte en tanto que la propaganda feroz de dichas multinacionales desvirtúa por completo la percepción artística que tiene del propio arte la sociedad. Aún así, nunca puede ser el propio artista el que juzgue la bondad de su propia propuesta artística como hacen algunos artistas. No se puede ser a la vez juez y parte. Nuestros criterios para medir la calidad artística tienen que ser independientas de la distorsión mediática del mercado pero también de la autocomplacencia ególatra del artista.
Pero para luchar contra la presión mediática de la industria de contenidos culturales lo que tenemos que pedir los artistas experimentales no es mas dinero sino una actuación contundente de los medios de comunicación públicos para contrarrestar las campañas mediáticas de dicha industria. En ese sentido la labor de emisoras púbicas como Radio 3 o Radio Clásica me parece enormemente elogiable. Me parece mucho mas útil que el Estado gaste el dinero de toda la sociedad en potenciar todavía mas la labor de este tipo de medios de comunicación y difusión de la cultura que no en subvencionar arbitrariamente a determinados músicos. La educación es vital para que la sociedad pueda apreciar el valor de la cultura y los medios de comunicación pueden desarrollar una función educativa enorme. Mas información y menos subvención debería ser nuestro lema.
Por lo tanto no cedamos el espacio radioeléctrico público a medios de comunicación privados al servicio de intereses empresariales también privados, que anteponen esos intereses a la verdadera difusión independiente de la cultura. Del mismo modo no cedamos el tiempo de los espacios informativos públicos a las campañas mediáticos de esos mismos intereses privados. Me produce un profundo malestar el que en la primera edición de un telediario público de gran audiencia se ponga como portada cultural el último disco de Alejandro Sanz, de Shakira o de cualquier artista comercial que se encuentre en campaña de promoción, mientras se pasan completamente por alto cantidad de propuestas culturales mucho mas interesantes que han acontecido ese mismo día. Me repugna que se haga pasar por información lo que no es mas que publicidad pura y dura. Eso hay que evitarlo, por lo menos en la televisión pública.
Y una vez que todos los artistas podamos competir en igualdad de condiciones y la sociedad esté preparada para valorar correctamente el arte sin mediatización externa alguna no serán necesarias las subvenciones y quizás algunos, los que realmente se lo merezcan, podrán ver cumplido su deseo de vivir de la música.