miércoles, 5 de enero de 2011

La influencia del mercado "prosumer"

Una de las cosas que ha traído la tecnología digital ha sido el abaratamiento de los equipos de producción utilizados por los profesionales de la creación de contenidos. Ese abaratamiento ha hecho posible que dichos medios de producción hayan pasado a estar al alcance del consumidor. Antes solo un profesional podía permitirse esos equipos, en tanto que no le quedaba mas remedio comprarlos porque de ellos dependía su sustento. Es decir, el productor amortizaba el producto a través de los ingresos que de él obtenía, amortización que en cambio no podía realizar el consumidor de a pie.

Hoy en día cualquiera puede comprarse una cámara de fotos de características semiprofesionales y convertirse en fotógrafo, o instalar un software en el ordenador y disponer en su propia casa de un estudio de grabación como el que muchos ingenieros de sonido hubieran soñado hace treinta años o de un estudio de edición y postproducción de vídeo digno de Hollywood.

Ya se que algunos menospreciaran esta democratización del arte y despreciaran a estos nuevos fotógrafos, a estos nuevos músicos o a estos nuevos cineastas, pero en principio estos nuevos artistas no tienen por que ser ni mejores ni peores que los artistas del antiguo régimen. De hecho, la calidad de las fotos de muchos fotógrafos no tenía otro misterio que el poder hacer muchas fotos y seleccionar las mejores algo que, con el precio de la fotografía analógica, un profesional podía permitirse pero un aficionado no. Prueba de ello son las magníficas fotos de aficionados que ilustran la predicción meteorológica en algunos telediarios.

La propia industria ha visto un filón en este recién estrenado mercado "prosumer" (palabro mezcla de consumer y professional) a caballo entre el mercado profesional de los bienes de equipo y el mercado de los bienes de consumo. Empresas como Apple fueron las primeras en darse cuenta de la existencia de este mercado y en incluir de serie en sus ordenadores paquetes de software dedicados íntegramente a la creación de contenidos por parte de usuarios no profesionales. Con ello se convierte al consumidor pasivo de contenidos culturales en creador activo de los mismos creándose en torno a esa actividad un nuevo y floreciente negocio.

La aparición de este nuevo mercado significa un soplo de aire fresco para la industria de la electrónica de consumo. La industria de la electrónica de consumo estaba comenzando a entrar en una profunda crisis. Ya todo el mundo tenía un ordenador, una televisión, un dvd, un equipo hifi... lo que no tenían es un estudio de fotografía, un estudio de grabación de sonido, o un estudio de edición y postproducción de vídeo. Aunque el núcleo de esta revolución se basa en el software, al abrigo de éste se crea un inmenso negocio de venta de productos hardware directa o indirectamente relacionados con él o con las necesidades posteriores que se van creando a la medida que los aficionados profundizan en su aficción. Empresas como Alesis (ahora comprada por Numark), Behringer, M-Audio (ahora comprada por Avid), Novation o Yamaha hacen un negocio increible atendiendo dicha demanda. Al carro se apuntan también marcas en otro momento típicas de la electrónica de consumo como Pioneer o Denon. La gente demanda también ordenadores mas potentes capaces de asumir la mayor necesidad de proceso que precisan las nuevas aplicaciones de creación de contenidos. Un negocio redondo para la industria de la electrónica.

La madrileña calle Barquillo es un perfecto ejemplo de lo que explico. Hace veinte años era una floreciente calle comercial especializada en Hifi, el descenso en la demanda de productos de electrónica  de consumo y la competencia de las grandes superficies provocaron que durante la última década la mayor parte de establecimientos de esa antes floreciente calle tuvieran que cerrar. El despertar del mercado "prosumer" ha salvado de su desaparición a los pocos establecimientos que aún subsistían en dicha calle.

Pero todo ésto tiene lógicamente unas repercusiones para los profesionales de la vieja escuela. Si todos nos convertimos en creadores de contenidos ¿que pasa con los que se ganaban la vida creándolos?

Algunos artistas, desde la prepotencia de su ignorancia, dirán que no hay nada que temer de estos nuevos artistas de pega, que solo ellos, los de siempre, los profesionales, tienen el monopolio del talento y la creatividad y el tiempo suficiente como para desarrollar y perfeccionar su arte.

Falso completamente. El solo hecho de ser un profesional no te otorga el talento ni la creatividad. Del mismo modo la dedicación a tiempo parcial al arte tampoco te resta dicho talento y creatividad. Al contrario,  la profesionalización, el simple hecho de trabajar para una industria, lejos de fomentar el espíritu artístico lo que hace es fomentar la adopción de los clichés impuestos por los intereses comerciales de dicha industria. Industria y arte son conceptos completamente antagónicos.

Puede que su trabajo habitual les deje a estos nuevos artistas menos tiempo libre para dedicarle al arte pero cuando se tiene verdadero empeño, verdadera ilusión y verdadero interés por la creación artística se saca tiempo de hasta de debajo de las piedras. La no dedicación a tiempo completo al arte por parte de estos nuevos artistas no tiene que implicar a priori una peor calidad de sus obras pues dicha menor dedicación temporal se ve compensada con creces por el no sometimiento a los clichés comerciales que impone la industria y que prostituyen el arte.

No menospreciemos pues a los nuevo artistas "prosumer". Es posible que muchos se extingan fugazmente tras un breve periodo de ilusión inicial como aquel niño que se cansa de jugar con su juguete nuevo, pero otros muchos se convertirán en verdaderos artistas, tan artistas o mas que los que se autodenominan con altivez artistas profesionales y que no son nada mas que obreros especializados de la industria del arte de molde.


El resultado es que, nos guste o no, progresivamente se va a ir produciendo una desprofesionalización del arte fruto de la mayor competencia de artistas no profesionales que trabajan por amor al arte con lo cual poco a poco el propio negocio del arte acabará perdiendo también su razón de ser del mismo modo que ya la ha perdido completamente la industria discográfica.

Habrá que adaptarse pues a los nuevos tiempos y buscar otras fórmulas de negocio que se basen en fórmulas distinta a la monetización directa del producto artístico precisamente porque el producto artístico ha dejado de tener valor monetario.

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