viernes, 7 de enero de 2011

¿Quien es realmente el cliente del músico profesional?

Aunque a primera vista pueda parecer que el cliente de aquellos músicos que viven de vender copias fonográficas de su obra es el consumidor, la mayor parte de las veces no suele ser así. Salvo en unos pocos casos el verdadero cliente de dicho músico no es el consumidor sino la industria discográfica. Como ya hemos visto en otras entradas, dicho músico no es otra cosa que una pequeña empresa que vende su producto (la música) a otra empresa mas grande (la industria discográfica), empresa que a partir del producto que le ha comprado al músico fabrica un producto derivado (el disco) que vende al consumidor final. El consumidor por tanto no está comprando música al músico sino un producto derivado que le vende la industria discográfica y al que llamamos copia fonográfica o disco.


El problema es que tendemos a fundir y a confundir a la industria discográfica con el músico y a las copias fonográficas con la música como si fueran un ente único cuando son entes completamente separados y distintos. A esta confusión contribuyen intencionadamente las compañías discográficas, los medios de comunicación y nuestros secuestrados políticos.


La industria discográfica, aunque nos la quieran vender como tal, no es una industria de creación de contenidos, los contenidos los crea el músico, sino una industria de transformación de contenidos, transforma la música que le vende el músico en discos del mismo modo que la industria del yogur  transforma la leche que les vende el ganadero en botes de yogur.


No es por tanto lo mismo hablar de una crisis en la industria del yogur que hablar de una crisis en el sector de la ganadería. Pues del mismo modo tampoco es lo mismo hablar de una crisis en la industria de la música que de una crisis de la música. Y, otra vez, desde la propia industria y desde los medios de comunicación se nos fomenta intencionadamente dicha confusión.


¿Por qué puede entrar en crisis la industria del yogur? Pues, por ejemplo, porque todo el mundo se compre una yogurtera y elabore sus propios yogures en su propio domicilio. Pues lo mismo pasa con la industria de la música. Si todo el mundo dispone de la tecnología de copia necesaria en su propio domicilio (la yogurtera) la venta de copias (la venta de yogures) disminuye.


Aún así tampoco hay tanto de lo que preocuparse, al final siempre hay quien por comodidad, por no lavar la yogurtera, por gustos, por la calidad de sonido, por prestigios social, por prejuicios morales o por lo que sea, sigue consumiendo yogures industriales y copias fonográficas industriales aunque le salga mas caro que consumir yogures domésticos y copias domésticas. Lo que hay que hacer entonces es tratar de conservar a la demanda que aun nos queda y mimarla lo mas posible. Mimarla lo mas posible implica no llamar "pirata" o "ladrón" a aquel cliente que  un día le da por probar el yogur de yogurtera de la vecina.


Pero volviendo al tema. En tanto que el músico es una empresa que vende su producto a la discográfica los ingresos percibidos por dicha venta no son responsabilidad del consumidor, como muchas veces se nos pretende hacer ver, sino del contrato firmado con la discográfica. La mayor parte de la gente, cuando busca trabajo procura evitar aquellas empresas que no ofrecen un contrato con sueldo fijo. Si como músico firmo un contrato a porcentajes con una discográfica tendré que asumir las consecuencias de ese contrato o bien no firmarlo. Con un contrato a porcentajes puedes ganar mucho mas dinero que con un sueldo fijo si eres bueno y tienes mucha suerte, pero también puedes no ganar nada. Es decir, un contrato a porcentajes implica la asunción de un mayor riesgo del que implica un contrato por importe fijo. Si firmas ese tipo de contrato tienes que asumir ese riesgo. Y ese es el problema, que los músicos profesionales no quieren asumir riesgos.


La responsabilidad sobre el contrato que ha firmado es por tanto del músico. No podemos derivar pues hacia el consumidor la responsabilidad de un riesgo cierto que hemos asumido nosotros mismos. Si no queremos asumir ese riesgo tan sencillo como no firmar ese contrato con la discográfica.


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